El coyote y el conejo
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Había una vez un coyote que se encontró a un conejo y lo quería comer. Pero el conejo le dijo: Esperate no me comas porque tengo otros hermanos más gorditos que yo, voy por ellos y te los comes. Como el coyote era muy comelón y estaba hambriento pensó que era buena idea y lo soltó.
El conejo se fue y ya no regresó.
El mezquino
Cuentan que este hombre era alguien muy codo que no le gustaba gastar su dinero, un día se compro unos huaraches nuevos, salió de viaje a otro lugar iba caminando cuando de lejos vió que había muchas piedras y estaba feo por donde tenía que pasar.
Se quitó los huaraches y se fue descalso pero no vio y pateo una piedra rasposa y se lastimó los dedos de los pies y dijo: Que bueno que no traía puesto mis huaraches.
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Andres el Chato
Cuentan que en el pasado vivió un hombre que se llamaba Andrés el Chato, ¡él era un ladrón! Un dia estaba en su terreno amarrando su zacate y por ahí iba pasando su compadre con una manada de borregos y todo éstos se metieron en el terreno y comían el zacate. En ese momento Andres el Chato agarró un borrego y le amarró las patas y lo puso debajo de un manojo de zacate y se sentó encima diciéndole a su compadre:
—Pronto, sáquelos de mi terreno compadre porque están ensuciando mi zacate.
—Sí compadre, discúlpeme que éstos se echaron a correr y ya no los alcancé, le dijo.
Y atajó sus borregos rápidamente y se los llevó al monte y ni siquiera se dió cuenta que su compadre agarró su borrego porque éstos eran muchos.
Luego cuando Andrés el Chato supuso que su compadre ya estaba lejos agarró al borrego y se lo llevó a su casa.
Cuando llegó, le dijo a su esposa:
—Mujer, tráeme un cuchillo para sacrificar este borrego. Después lo cocinas en tamales para que lo comamos.
La pobre mujer muy asustada le dijo:
—´¿Hombre, que te pasa?¿Dónde sacaste ese animal?
—No pues nuestro compadre llegó ahí al terreno con sus borregos y todos se fueron sobre mi zacate por eso mientras él los atajaba, agarré este porque habían ensuciado mucho mi zacate y eso no se puede quedar así. Además, él ni se va a dar cuenta porque tiene muchos, le dijo a su esposa.
En la tarde ya estaban listos los tamales y ellos dos se sentaron para comer.
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Pero en ese momento se escuchó la campanada de los borregos que venían, Andrés el Chato se asomó por una rendija de la casa y vió que su compadre ya venía de regreso para su casa por eso al instante salió corriendo y le echó un grito y le dijo:
—Compadre, venga a echarse un taquito, nomás uno porque su comadre y yo estamos comiendo.
—No compadre, muchas gracias a usted y a mi comadre ya me voy hasta la casa a comer porque éstos animales ya se fueron, dijo el compadre y se fue.
—Si compadre esta bien, le dijo y entró a la casa. Y en ese momento la mujer le dijo:
—¿Hombre, por qué hiciste eso?¿Que no te da vergüenza con el compadre, que tal si se da cuenta de lo que hiciste?
Andres el Chato respondió:
—Ay mujer, tu que te preocupas, solo le dije de broma porque ya sabía que no iba a venir, ademas sus borregos ya se habían ido y ya veras que ni cuenta se va a dar porque sus borregos son muchos.
Andrés el Chato cuando fue a Oaxaca
En otra ocasión, Andrés el Chato se fue a trabajar a Oaxaca y no tenía un lugar en dónde hospedarse por eso fue a buscar dónde podría quedarse, y llegó a la casa de un hombre y pidió posada. Aquel hombre aceptó que se quedaran en su casa y les dijo:
—Pasen amigos porque aquí tenemos todo lo necesario para que se hospenden aquí, yo ahorita tengo que ir a una fiesta que me invitaron pero vendré mas tarde.
—Si, muchas gracias amigo es usted muy buena gente, le dijo Andrés el Chato.
El señor se fue a la fiesta y Andrés el Chato y los demás que iban con él se quedaron en la casa, tendieron el petate y se acostaron a dormir pero Andrés el Chato vió que en un rincón de la casa había un par de zapatos nuevos entonces corrió a tomarlos y los echó en su costal y se acostó. El dueño de la casa llegó ya muy tarde.
Al siguiente día Andrés el Chato se levantó muy temprano junto con lo demás y le dijo al señor de la casa:
—Muchas gracias amigo por habernos prestado su casa para quedarnos, nos vamos porque tenemos que caminar hasta nuestro pueblo que queda muy lejos.
—Sí amigo, vayan y cuando vengan otra vez si no tienen dónde hospedarse ya saben que aquí en la casa pueden quedarse, vayan y regresen pronto les dijo el hombre desde otro cuarto porque todavía estaba acostado.
Entonces ellos se fueron a su pueblo, Andrés el Chato iba caminando y de repente se reventó un cordón de su huarache pero aún así siguió caminando.
Después de caminar otro poco, se detuvo y se quitó los huaraches y los aventó hasta allá a lo lejos entre los espinos que había en la orilla del camino y dijo:
— huaraches feos, ya no me sirven.
Y todos los que iban con le dijeron:
—¿Amo qué le pasa, por qué tiró sus huaraches, ahora cómo va a caminar sin ellos? Bien podíamos coserlos y usted podía seguirlos usando.
No ya no me sirven, dijo Andrés el Chato y siguió caminado pero descalzo.
Caminó una buena parte, después se detuvo y bajó su costal sacó los zapatos nuevos y se los puso y caminó.
—Pero amo Andrés, ¿por qué agarró los zapatos de ese buen hombre, qué va a decir de nosotros?
—No, qué va a saber ese hombre, ni lo conocemos, ni lo vamos a volver a ver, ustedes que se preocupan, les dijo. Y siguieron el viaje a su pueblo.
Así era Andrés el Chato, un hombre que no le daba vergüenza tomar lo que no era suyo.